Francisco: un hombre de palabra

“Ni en mis sueños más locos hubiera esperado hacer una película sobre el Papa Francisco”. Palabras del gran cineasta Wim Wenders (“El cielo sobre Berlín”, “Tan lejos, tan cerca”) al ser preguntado sobre cómo surgió la idea de realizar un documental sobre el obispo de Roma. Sin embargo, cuenta Wenders a Vatican News, cuando recibió la invitación para realizar la película sintió una gran responsabilidad, que luego se transformaría en entusiasmo dada la libertad creativa de la que pudo disponer. Y el resultado ha sido ciertamente excelente, una película capaz de comunicar con elocuencia la palabra, pero sobre todo el espíritu que el Papa está infundiendo a la Iglesia y al mundo. Sigue leyendo

La Última Tarde

El cine nacional ha retratado de distintas maneras la experiencia vivida por los peruanos en la época del terrorismo, pero creo que pocas veces lo ha hecho con la singularidad de La Última Tarde, de Joel Calero. Se trata de una propuesta arriesgada, porque lo que nos presenta es solo el desarrollo de una conversación. Y también interpelante, porque la historia que los protagonistas – una expareja reunida para firmar su divorcio – van desentrañando de su pasado no deja de tener resonancias en los que conocemos la complejidad del conflicto armado interno. Junto con destacar el guión y las excelentes actuaciones me gustaría mencionar dos ideas que en la obra aparecen con nitidez. Sigue leyendo

José Francisco Navarro: sacerdote y artista

El último 23 de enero falleció a todavía temprana edad José Francisco Navarro, sacerdote jesuita conocido por su esfuerzo por animar a un grupo de artistas locales a acercarse, como diría él, “por el camino de la belleza”, a la experiencia de la fe. Desde este espacio me gustaría destacar la obra de quien fue para mí no solo un amigo cercano, sino también una referencia en la tarea de vincular la fe cristiana con el mundo del arte y la cultura contemporánea. Sigue leyendo

La palabra oportuna

Se puede decir que en la sociedad de hoy existe cierto escepticismo frente a las palabras. Naturalmente, esto tiene que ver con el abuso que muchas veces hacemos de ellas, expresando lo que no sentimos, prometiendo lo que no vamos a cumplir, o gastándolas vanamente ante el cansancio de nuestros interlocutores. Este escepticismo no podría, sin embargo, conducirnos a un rechazo general de todo lo que escuchamos o leemos. Porque, cómo podríamos entendernos sin un mínimo aprecio por las palabras que recibimos, sin esa disposición natural que nos lleva a acoger cordialmente lo que el otro quiere decirnos. A pesar de nuestros justificados recelos permanece en nosotros la necesidad básica de confiar en lo que se nos dice. Sigue leyendo

Desafíos bicentenarios

El bicentenario de la independencia del Perú será para nuestra generación la oportunidad de hacer una lectura provechosa de estos dos siglos de vida republicana. Los aniversarios tienen siempre un aire artificial, porque suelen concentrar alrededor de un solo evento iniciativas que deberían ser constantes en la vida de un pueblo o de una persona. Pero somos humanos y en medio de los avatares de la vida cotidiana, necesitamos pretextos para volver a nuestros valores primordiales: al valor de la vida, al valor de un compromiso, al valor de una experiencia fundacional. Este el caso del nacimiento de la República.

A diferencia de otros países de la región, los peruanos no celebramos el aniversario de un primer grito libertario, sino del nacimiento real de un estado independiente en nuestro territorio. Además, habiendo sido el virreinato peruano el centro del poder español, la independencia del Perú fue una especie de plato de fondo del movimiento independentista sudamericano. De ahí que el 28 de julio del año 2021 seamos el último país sudamericano en celebrar el bicentenario de su independencia del reino español. Suena lejos, no lo es si la idea es aprovechar esta ocasión para volver sobre los valores que deben guiar la vida republicana. Sigue leyendo

Lucho Barrios y la democratización musical

A muchos nos ha sorprendido el arraigo que el bolerista Lucho Barrios tenía en la sociedad chilena. Para empezar, porque siendo un cantante netamente popular, el «Rey del bolero» no llegó a conquistar el gusto del Perú limeño y citadino.

La música nunca se impone, se escucha y se gusta. Cuando la música se ofrece como expresión espiritual (quiero decir, como puro producto del espíritu humano) todos somos libres de gustar de ella o de apagar la radio, o ponernos los audífonos en la combi. Pero ahora que el deceso del intérprete de éxitos como Marabú o Mi niña bonita, conmueve al mundo popular, es difícil resistirse a la tentación de volver sobre el tópico de la polarización cultural de nuestra sociedad. Sigue leyendo

El regreso (no esperado) de la Paisana Jacinta

Siempre me he resistido a la crítica simple de la comicidad televisiva. Porque aspirar a un país integrado pasa también por tomar en serio los patrones y valores estéticos de la cultura “popular”. Y si nuestra comicidad debe evolucionar, ello debe ser el resultado de un proceso de educación y de empoderamiento, que despierte en los creadores formas elaboradas de comicidad desde sus propios imaginarios. Ahora bien, también creo en la importancia de fijarnos límites.

En una sociedad responsable existen regulaciones para delimitar lo tolerable del exceso. Y si hay contenidos en los medios que atentan contra el bien común, ellos son sancionados, así representen la viva expresión del gusto popular. Este fue el caso del personaje de la “Paisana Jacinta”, censurado con justicia por la Asociación Nacional de Anunciantes y que ahora anuncia su retorno a las pantallas. Evidentemente, si el personaje mereció la censura no fue por su incapacidad para hacer reír al gran público, sino porque reforzaba en éste un imaginario denigrante de un sector de nuestra población. Sigue leyendo

El valor de La Teta Asustada

Apagadas las luces del Teatro Kodak, La Teta Asustada no ha podido conquistar la ansiada estatuilla dorada. Es curioso como muchos tenemos una capacidad extraordinaria para convertir los logros individuales en objetos identitarios. En realidad no es algo necesariamente negativo, y pasa “hasta en las mejores familias”.

Pero si luego de la ceremonia he querido volver sobre La Teta Asustada es porque creo que la ilusión fallida de conquistar un oscar no debería opacar, no solo al Oso conquistado en Berlín, sino al gran logro que la película ha significado para muchos peruanos: el haberse convertido en un magnífico pretexto para que nos pongamos a dialogar –como pocas veces lo hacemos- sobre lo que significa vivir en un país como el nuestro. Eso hay que destacarlo. Sigue leyendo